Panel 3: Desafíos de una comisión de la verdad surgida de un proceso de paz, en un contexto de amplia y diversa demanda social

La última sesión de la conferencia, moderada por Gonzalo Sánchez, director del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, se centró en los desafíos a los que se enfrenta una comisión de la verdad surgida de un proceso de paz en una situación como la colombiana, donde la demanda de verdad es generalizada y diversa. El debate se centró en la necesidad de lograr una participación social y un diálogo público amplios para que la experiencia de la búsqueda de la verdad tenga sentido.

Marina Gallego, directora de Ruta Pacífica de las Mujeres, recalcó el importe papel que tiene la sociedad civil en la búsqueda de la paz y la verdad. “La paz no la hacen las FARC, el ELN y el Gobierno, tenemos que construirla nosotros, la sociedad civil tiene que fortalecerse, robustecerse”.
Las asociaciones de víctimas y de mujeres han estado en primera línea del movimiento por la verdad en Colombia. Y, en todo el mundo, cada vez hay más comisiones de la verdad que reconocen la necesidad de ser inclusivas en su trabajo, prestando una especial atención a la participación de grupos marginados como mujeres, niños e indígenas.

Gallego reflexionó sobre la comisión de la verdad extraoficial que su organización creó en Colombia para investigar y analizar cómo habían vivido las mujeres el conflicto en calidad de víctimas directas del mismo, defensoras de la justicia y partes interesadas en el proceso de paz. Muchas activistas de Ruta Pacífica han insistido en que el proceso de paz no será completo sin la participación de las mujeres.

En realidad, la comisión de las mujeres constituye un interesante ejemplo de iniciativa de paz totalmente promovida por una asociación ciudadana para ocuparse exclusivamente de las experiencias de un único grupo social.

Gallego recalcó que esa comisión tuvo que dejar claro su objetivo desde el principio: “Las otras mujeres efectivamente estaban convencidas de que le estaban haciendo un aporte al país y que eso era para el futuro”.

La comisión también animó a las mujeres a reflexionar sobre las repercusiones personales que para ellas había tenido el conflicto. “Ellas no solamente dijeron me mataron el marido de esta manera sino lo que sucedió en sus vidas, cómo hizo la ruptura en sus vidas, en su familia, en el tejido familiar y social”.

Añadió que “El informe constata que en contextos de conflicto armado las mujeres sufren las mismas violencias que viven en su casa, en el lugar privado, pero de forma exacerbada. Creo que es muy importante esta constatación”.

Desde el público le preguntaron a Gallego si “¿Conducirá un reconocimiento especial de las mujeres víctimas por parte de la comisión a una compartimentación de la verdad en diversos grupos sociales?” Su respuesta fue que “No es que vayamos a hacer 20 comisiones: los indígenas, los campesinos, los sin tierra. La comisión tiene que ser realmente inclusiva, tiene que tener una visión de territorio y de sectores y eso se puede hacer en el diseño”.

El relato del sufrimiento personal de varias mujeres generó un debate sobre la confidencialidad y sobre cómo debe una comisión gestionar –a corto y largo plazo- la información delicada, para no victimizar ni hacer peligrar aún más a quienes se presenten a hablar ante ese organismo.
“Qué se va a hacer con la información cuando finalice el trabajo de la comisión de la verdad plantea un problema o un riesgo”, explicó.

Ronald Slye, exmiembro de la Comisión de la Verdad, la Justicia y la Reconciliación de Kenia, también subrayó la necesidad de que, para ser eficaz, una comisión de la verdad sea lo más inclusiva posible.

“Para mí la verdad es un bien público. Es algo que pertenece a la colectividad pero que mantienen los individuos. Una comisión de la verdad puede facilitar la discusión pública sobre las diferentes verdades existentes en la sociedad”. Recalcó que “no solo las víctimas tienen la verdad: todas las partes afectadas pueden contribuir a ella”.

Slye subrayó que, para alcanzar cotas más altas de participación, “es necesario que la comisión de la verdad divulgue su labor y plantee la idea de una 'conversación pública', para poder así decirle al Ejército o a los sectores económicos que, como va a haber un diálogo y la gente hablará de ellos, deben involucrarse para tener la oportunidad de reaccionar ante esas verdades”.

Al igual que Marcie Mersky en el primer panel de la conferencia, Slye subrayó que, por sí misma, la labor de una comisión de la verdad no pone fin al conflicto. “Creo que es muy importante que las víctimas que participan en una comisión de la verdad comprendan realmente el proceso: lo que puede y no puede hacer”.

Slye reflexionó también sobre cuestiones relacionadas con la confianza, la confidencialidad y la seguridad: “Kenia no tenía un Programa de Protección de Testigos sólido, así que tuvimos que tener mucho cuidado con las garantías que ofrecíamos a la gente. Sí celebramos sesiones a puerta cerrada a las que solo podían acceder los miembros y trabajadores de la comisión. También mantuvimos conversaciones informales en las que yo hablaba directamente con las víctimas porque confiaban en mí”.

“También hubo varias personas en puestos de gobierno importantes que, como sabían que las estábamos investigando o que queríamos hacerlo, nos pusieron un montón de obstáculos”.

También señaló que le preocupaba no saber qué había ocurrido con los documentos y archivos de la comisión de la verdad de Kenia. “Seguramente los tendrá el Gobierno”, afirmó.

Priscilla Hayner, asesora independiente y escritora, coincidió igualmente en que, para que una comisión sea eficaz, es importante que la conformen fuerzas sociales activas. Señaló que “Nadie dice que la comisión de la verdad en cualquier país haya sido perfecta, todas las comisiones tienen limitaciones. Pero las comisiones más fuertes han tenido lugar en los países donde la sociedad civil ha tomado un papel destacado en el proceso”.

Añadió que “Quiero decir que el trabajo de ustedes y de otras organizaciones de la sociedad civil en Colombia es muy importante”. Reconoció que "Es difícil adoptar un papel activo mientras las negociaciones están teniendo lugar en La Habana y no aquí en su país. Pero es esencial que las partes que están negociando sepan qué quieren los diferentes sectores y grupos de Colombia”.

Hayner reflexionó también sobre la necesidad de garantizar confidencialidad a quienes se presentan a declarar ante una comisión de la verdad: “Yo he reflexionado sobre estas dificultades durante algunas semanas, y creo que la clave es pensar en el después, antes. Entonces hay diferentes maneras de poner todo esto en el mandato de una comisión, ¿qué va a pasar después?, ¿qué va a pasar con los archivos? ¿Quién va a tener acceso? por ejemplo, a la información que debe ser privada, pero también para decir el mandato, ¿qué debe pasar con las recomendaciones?”

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